Colombia está conformada por 32 departamentos, algunos de los cuales han sido afectados por el prolongado conflicto armado interno que ha marcado al País desde la década de 1960. Esta guerra asimétrica de baja intensidad ha implicado al Estado Colombiano, guerrillas de extrema izquierda, grupos paramilitares de extrema derecha, así como carteles de narcotráfico y bandas de crimen organizado. Lamentablemente, muchas de las regiones más ricas en recursos naturales y culturalmente diversas del país se vieron envueltas en este conflicto debido a su importancia estratégica, sufriendo las consecuencias de manera desproporcionada.
En 2016, después de cinco décadas de conflicto, un grupo de personas liderado por el expresidente y Premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, logró alcanzar un acuerdo histórico de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC-EP. Este acuerdo representó un hito crucial en la búsqueda de la reconciliación nacional y nos abrió las puertas a un futuro de esperanza y construcción de paz.
Aunque el conflicto con las FARC, la guerrilla más grande del país, haya concluido, las secuelas y heridas sociales persisten, evidentes para muchos de nosotros. Entre estas repercusiones se destaca la marcada centralización del poder en ciertas zonas del país, especialmente en las áreas urbanas, y el persistente estigma del rezago en las regiones afectadas por el conflicto. Por otro lado, las diversas interpretaciones de la globalización agravan esta situación al promover una visión uniforme del desarrollo, concebida mayormente en las ciudades y posteriormente trasladada a los territorios, lo que sugiere una presunta incapacidad por parte de las comunidades para definir sus propias rutas y estrategias de desarrollo.
Esta situación parece arraigada en la estructura misma, ya que el Estado colombiano actualmente no cuenta con la capacidad suficiente para garantizar los mínimos derechos humanos en las comunidades. Esto ha llevado, durante más de tres décadas, a la emergencia de liderazgos de alto riesgo, personas dispuestas a hacer todo lo posible para asegurar que los lugares donde nacimos y aprendimos a amar, llorar, perder, ganar, comer en andenes y hacer fiestas de barrio sean los mismos lugares donde nuestros hijos y nietos puedan envejecer con las mismas oportunidades que cualquier otro ser humano.
En esta historia, se suma la intervención de actores externos a nuestro país bajo el paraguas de la cooperación internacional. Si bien esta cooperación nace con el principio de buena fe y la firme intención de contribuir a países como el nuestro, lamentablemente, con frecuencia se desvanece el mensaje genuino y curioso de «cómo podemos ayudar». Los recursos se dispersan en procesos burocráticos y procedimientos engorrosos diseñados principalmente para cumplir con las expectativas del donante. Al final, esta cooperación puede llegar a ser más perjudicial que beneficiosa, al ofrecer una esperanza transaccional que requiere ceder ciertos principios de las comunidades en aras de alcanzar resultados tangibles.
Y nos preguntamos ¿dónde queda nuestra humanidad en todo esto? ¿Y los derechos arraigados en nuestra existencia? ¿Dónde reside nuestra autonomía, nuestro derecho a cambiar de opinión, a cometer errores, a vivir, a creer en lo que deseemos, a perdonar, a soñar, a desarrollar nuestra forma de vida en el campo, a hablar nuestra lengua aborigen, a disfrutar de nuestras montañas y ríos, sencillamente a disfrutar un mundo de colores, sabores y contrastes?
Este es nuestro contexto, y es por eso que abrazamos y nos aferramos a la única posibilidad que tenemos hoy: creer en el trabajo comunitario como un frente unido, valorar aquello que nuestro instinto nos dicta hacer, rechazar las relaciones de poder que podamos cuestionar y tejer una gran red de individuos que creemos podemos ser agentes transformadores, sabiendo que tenemos todo lo necesario para lograrlo.
El origen de Shift The Power en español se fundamenta en la misión de crear un espacio donde cada voz sea valorada, donde se respete cada perspectiva y donde se nos dé la oportunidad de redefinir nuestros propios conceptos. Desde esta premisa, podemos sentirnos, vernos y reconocernos como los activos principales del sistema. Creemos firmemente en el poder transformador de nuestros territorios y comunidades, capaces de moldear nuestro presente mediante nuestro propio empoderamiento y nuestra conexión auténtica con nuestros recursos más valiosos.
Por esta razón, Shift The Power se ha establecido en español. Invitamos a expertos locales para hablar desde la descolonización de nuestro concepto de poder, creando así un espacio para sanar nuestras heridas, abrazarnos y respetarnos mutuamente como un lugar de reflexión y aprendizaje. Es un laboratorio donde descubrimos qué queremos transformar individualmente y cuál es nuestra guía para avanzar juntos hacia el futuro.
Los laboratorios se llevaron a cabo en cuatro regiones del país, las cuales forman parte de las zonas más afectadas por el conflicto: Cauca, Valle del Cauca, Putumayo y Antioquia, hemos diseñado un museo digital para compartir las experiencias, aprendizajes y sueños.
LInk Museo digital
Autora
Viviana Cuchillo